
El eterno domingo
…..En sus ojos una nueva luz, la luz de quien había recobrado el control emocional y sabía exactamente lo que tenía que hacer: llegar a la orilla del lago, mirarla como ese día y terminar lo que había empezado. La ilusión había revitalizado su cuerpo, salió de su finca casi flotando en un cojín de plumas, no vio la sombra que se le pegó como si fuera la suya. Ilusión, dolor, ilusión, dolor, un dolor muy fuerte a la altura del corazón. Un pequeño punto rojo en su camisa, más grande, una mancha de sangre, un agujero y la aguja de tejer afilada que de repente salió de su corazón. Dolor, ilusión, dolor, ilusión, la ilusión de morir amando, sus ojos se cerraron lentamente.
Part 2: ella
Una mano delicada retiró la aguja. Ella lo miraba, tendido en la acera, la sangre que lentamente le envolvía en una cama roja como de terciopelo. Odio, dolor y odio y solo dolor. Odio, era lo que sentía ella en su corazón herido por años de indiferencia, dolor era lo que probaba por haber asesinado su esperanza, su amor. El domingo no había terminado, parecía eterno ese domingo. Confusa y vaciada de toda emoción, recogió su aguja y la repuso con las demás en el costurero que llevaba consigo. Mecánicamente se dirigió en la orilla del lago, donde solía cocer esperando algo que ya nunca más llegaría.