
Cuando Sherlock Holmes fue alemán
Cuando en 1907 se publicaron las «Memorias íntimas de Sherlock Holmes» Conan Doyle, el padre de la criatura, no tenía ni idea que tenía un vástago ilegitimo alemán. Y es que un avispado editor germano, en vista del éxito de la saga del detective inglés insuperable en elegancia y suspicacia, decidió crear su propia franquicia del personaje. Encargó a diferentes autores e ilustradores alemanes la creación de nuevas historias para su nuevo Sherlock Holmes y fue un éxito de ventas: consiguió editar 230 aventuras hasta 1911. Ríete de los chinos… Esto sí que es copiar.
Denunciado por Conan Doyle, finalmente, la serie tuvo que cambiar de nombre y se reeditó pasándose a llamar «Memorias íntimas del Rey de los Detectives». En ella, mientras mientras el «elemental» John H. Watson se dedica en cuerpo y alma a su esposa y a sus clientes, Holmes prosigue su carrera de detective con un nuevo ayudante, Harry Taxon.
Según los expertos, tanto la serie plagiada como la refundada son una vergüenza encuadernada: casos absurdos, resoluciones simplistas, dibujos cutres… Vamos, una chapuza de la literatura universal la que, sin embargo, es imposible no apreciar. Primero por lo caradura de su propuesta. Es como si hoy viniera un iluminado y rodara la versión «B» de Juego de Tronos. Algo así como las ‘suecadas’ que vimos en «Be kind rewind». Insuperables.
En segundo lugar, porque con el tiempo, las Memorias íntimas de Sherlock Holmes están envejeciendo dignamente: se han convertido en esos pequeños tesoros de Cal Pinyota que al hojear llenan los ojos y el alma. Un pequeño gran descubrimiento.
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